Pacto con el Diablo
Por Don Rafael Meza Ramírez.
Un cuento de «La Ñaña»
El hombre, tosco en su aspecto a pesar de ir bien vestido, llegó montando un magnífico caballo, pequeño, pero brioso, su tenida de huaso, impecable, desde el chamanto Doñihuano hasta las brillantes polainas con flecos de cuero y las cantarinas espuelas de hierro y plata, contrastaban con el aspecto de su cara, macilenta, con barba descuidada de varios días.- Desmontó lentamente frente a las oficinas de la casa parroquial de Pencahue, miró como temeroso a todos lados, y después de pasarse largo rato la mano por el rostro, decidido tiró del cordón de la campanilla cencerro del corredor. La señora de edad avanzada que le abrió la puerta, lo miró interrogante. ¿Se ofrecía señor?… Por favor,..Dígale al señor cura que deseo confesar…si no fuera mucha molestia. No es molestia señor, espérelo en la Iglesia…va en un momento.- La señora entró sin cerrar la puerta y el hombre se dirigió con cansado paso hacia el templo parroquial.- El anciano sacerdote lo encontró en la puerta como no atreviéndose a entrar.- Venga hijo, sentémonos en estas bancas, o si lo prefiere pasamos al confesionario; No Padre, ya que no hay nadie, me gustaría confesar mas al medio de la iglesia, porque lo que tengo que decir, quiero que quede entre usted y yo.- Y Dios hijo…y Dios.- Si padre…y Dios.- Fueron al centro del templo y el sacerdote le señaló una banca.- Siéntese usted padre, y yo me arrodillo en el suelo a su lado.- No hijo, no, siéntese a mi lado y cuénteme que le ocurre.- Ave Maria Purísima…sin pecado concebida.- De que pecado te acusas hijo?.- Nunca se supo de que pecado se acusó…. ¿Que nombre le ponemos… para que nadie se sienta aludido? Le pondremos Lucho, hay tantos Luchos, que uno mas, no quita ni pone rey ¿Verdad? Y apellido? Pongámosle Petrel….nadie se apellida Petrel ¿ verdad? si es el nombre de tan insulso pajarillo.- Bueno…Ahí tenemos a Lucho Petrel.- Por supuesto, nadie supo cual fue la confesión de Lucho Petrel, ni tampoco quién era, lo único que se supo, fue que el Domingo siguiente, después de la homilía, el señor cura pidió mucha atención, especialmente a los hombres.- Se necesita a un hombre muy cristiano, confesado, para ayudar a bien morir a una persona que lo necesita.- Quién esté dispuesto recibirá como estímulo, la suma de veinte mil pesos fuertes, (delos años 1800 y tantos).- Los interesados pueden pasar a la oficina parroquial, y conversarlo con el cura párroco, quién previo examen, le dará el visto bueno.- Para que decir los comentarios que acarreó el llamado.- Los candidatos a ganarse el «estímulo» hicieron nata.- El Domingo siguiente la iglesia se hizo chica, si hasta los creyentes (hasta por ahí nomás) que no eran muy asiduos a las misas, estaban presentes esperando saber el resultado del llamado tan fuera de lo corriente.- 20.000.- pesos fuertes, por solo acompañar a bien morir a una persona?.- Algún condenado a muerte? ¿Y para cuando?. Después de la Homilía, que se hizo bastante larga, para la impaciencia de la mayoría de los presentes, y que el señor cura aprovechó para echarles un buen «raspa cachos» a los que se olvidaban de oír misa los Domingos y fiestas de guardar y agradecer casi jocosamente la inusual asistencia, pasó a referirse al llamado del Domingo anterior, informando que ha pesar de los muchos interesados en ganarse el «estímulo», aún no se presentaba la persona idónea para ganarlo. Por ello reiteraba el llamado, asegurando a la persona aceptada, que se mantendría en absoluto secreto su identidad.- Precisamente hacía incapié en esto, porque muchos de los candidatos, que indudablemente tenían sobrados méritos espirituales para efectuar el servicio, habían publicitado su actuación, debiendo mantener reserva.- La Ñaña que todo lo sabía, nos contó la «firme».- Ella conversó con el ganador del «estímulo», quién le contó su odisea, mas o menos así: Un día cualquiera, un grupo de hombres encabezados por el señor cura, y con muchos descansos, llevaron hasta la cumbre del cerro «Gulutren» (que en lengua nativo significa >donde baila el diablo)<, unos tableros de madera, banquillos y unas cajas con algo muy bien guardado, serruchos martillos y clavos.- El señor cura despidió a los hombre, advirtiéndoles que mantuvieran cerrada la boca con lo que habían visto y oído, y se quedó solo en la cumbre del cerro, (justo donde hoy está la Cruz de Mayo).- Pero al igual que las recomendaciones que Cristo hacía a los que sanaba, estos hombres se fueron de la lengua con todo esto, y en versiones corregidas y aumentadas.- Lo que nunca se supo fue el verdadero nombre de Lucho Petrel, ¿Porqué? Sencillamente, porque el único que lo había visto era el señor cura.- Pedro que así se llamaba el elegido, contó de esta manera su experiencia: Se trata que yo debía velar a una persona metida en un ataúd de tableros de madera bruta, solo en la punta de un cerro, rezar y rezar alumbrado por una lámpara de aceite y siete velas benditas, seis de ellas rodeando el ataúd, y la otra de cera en una palmatoria de pedestal a mis espaldas, al frente la lámpara de aceite sobre otro pedestal y al medio entre los dos pedestales un piso de tres patas, en que debí sentarme mirando hacia el ataúd.- En la cabecera de este un gran crucifijo de madera.- Eso fue lo que encontré cuando el señor cura me dejó esa tarde en la punta del cerro.- El ataúd estaba cerrado, era una simple caja de madera con las tablas apenas juntas, hecha por demás en forma muy rústica, sin siquiera cepillar. Yo creo que hasta el «muertito» debía sentir molestias por lo áspero del piso.- Yo, misiá Andreíta, p’a que le digo, no me cabía una aguja en el trasero de lo asustado que estaba, pero ya estaba metido en el baile, además me daba cuenta que yo era en ese momento el único que podía hacer algo por el pobre diablo que estaba guardado en esa caja, si yo fallaba sería culpable de su alma.- Así es que apechugué hasta lo último.-Las recomendaciones del señor cura me daban vueltas y mas vueltas en la mollera; No aflojís Pedro me decía, el santo padre que me aseguró que si cumplía como bueno, no me pasaría nada, pero si me descuidaba, hasta hey nomás llegaba.- Como usted sabe doña Andreíta, yo soy harto re-bueno para rezar, soy buscadíto p’a los velorios, pero la verdá tenía esta vez el corazón metío en la boca.- Allí mesmo me confesé diún todo, le largué lo mas mínimo al señor cura y este, aunque no lo crea, en algunos pecado el padre cura se réida, ¿porque seria?.- Después de unos rezos en latín, medió la comunión, roció con agua bendita un gran redondel mientras rezaba y me recomendó que en ningún momento dejara de mirar para el lado del difunto, me dijo: Te van a llamar hasta por tu nombre, te van a amenazar, te van a entretener con visiones de mujeres, en fin, no hagas caso y reza, reza por tu vida y el alma del que está en el ataúd, el libro de oraciones es con letra grande y la vela que está a tu espalda, como tampoco la lámpara de aceite que está enfrente tuyo, no se va a apagar aunque corra viento, de manera que aunque se apaguen la velas que rodean el ataúd, tu no dejes de rezar mirando hacia el difunto.- Buenas noches hijo, estaré aquí al salir el sol, y te seguiré acompañando.- Que Dios Padre, Nuestro Señor Jesucristo, El Espíritu Santo, junto con la Santísima virgen te acompañen.- Tuvo buen ojo el padrecito p’a elegir la noche del velorio, porque ya las había parado, el que estaba en el ataúd, no era un muerto, era un vivo que no quería pagar las cuentas que tenía con el malulo.- La verdad es que yo creía que esos eran puros cuentos de viejas…perdón por lo presente doña, pero ahí estaba la prueba, un vivo calladito entre las tablas, y mas asustado que un quique, al igual que lo estaba yo.- Con la diferencia que el dependía de mí, en cambio el no me podía ayudar en nada, lo único que podía hacer, y lo estaba haciendo, era quedarse callado.- Esa noche era de luna llena, ni una nube manchaba la inmensidad del cielo, una noche clarita.- Si hasta los chonchones de las calles y las casas de Peumo, las véida desde allí arriba, claro que las miraba de reojo, era verano, cuando las noches son mas cortas, mediaba el mes de Enero.- Me persigné y me encomendé a todos los santos de los que acordé el nombre, y le pedí con toda mi alma al vencedor del demonio que me echara una manito.- Arcángel San Miguel, defiéndeme en este combate, se mi amparo contra la maldad del demonio, y tú, príncipe de la milicia celestial, lanza al infierno a Satanás y a los demás espíritus malignos que recorren el mundo para perder las almas.- Después seguí con lo que mas conocía, el santo Rosario, que no es otra cosa que la vida de Nuestro Señor Jesucristo, recordada en cada misterio.Y rezado a Dios en homenaje a la Santísima Virgen Maria..- Sería calculo, como las diez y media, cuando sentí el primer movimiento, alguien venía empinado por detrás mío, justo donde estaba la vela de cera, no corría viento, las llamas de las velas titilaban estiraditas p’a arriba, yo me dije, ya empezó la tanda.- Así que tragué saliva y seguí rezando las letanías como lo estaba haciendo, totalmente concentrado en no equivocarme y dejarme llevar por los pensamientos que me causaban terror.- Ya llevaba dos rosarios y un montón de otros rezos, y me había pegado varios traguitos de agua, porque se me secaba el güergüero.- Los pasos se detuvieron a mis espaldas, una voz ronca y fuerte me dijo: Buenas noches Pedro, ¿ Que estas haciendo aquí tan solo y hablando como papagayo? Yo seguí rezando con el alma en un hilo.- Se te apagó la vela Pedro. No es cierto, me alumbra por debajo del brazo.- En ese momento sentí un fuerte viento.- Seguí rezando, dándome cuenta que no debía contestar a las preguntas del malulo, inmediatamente el viento se aplacó, y a pesar de lo fuerte del viento que corrió, las velas siguieron encendidas, eso me dio mas confianza.- A lo mejor doña, fue solo ilusión mía.- Pasó largo rato, el que estaba detrás mío no se movió, sin embargo yo sentía que estaba ahí, eso me puso mas nervioso, apreté los dientes y seguí rezando de memoria, de pronto una carcajada, como nunca había sentido otra en mi vida, era verdaderamente terrorífica, esta vez al otro lado del ataúd, traté de mirar a través de las velas pero no vi a nadie.- Luego silencio… silencio… un silencio que me hacía mas daño que si hubiera sentido un balazo.- Padre nuestro… recé el padre nuestro para no quitar los ojos del ataúd.- Luego seguí con el Rosario. De pronto un fuerte olor a azufre quemado que casi me deja ronco y una sonajera de pasos y conversaciones a mis espaldas.- Otro susto y justo sin pensarlo, me salieron a gritos los rezos que cuando niño me enseñó mi madre. Jesucito mío yo te amo, ayúdame ahora que te necesito, Ángel de mi guarda dulce compañía, se la salvación mía… Silencio… como por encanto, otra vez silencio… ¿Que horas serían? No sé, pero ya había leído varias páginas del breviario del señor cura, creo que serían las doce de la noche. De pronto se desató un viento que por el sonido debía remecer las ramas de los boldos, peumos y litres de mi alrededor, sin embargo mis velas y lámpara no movían su llama.- Casi miro para ver si la sonajera de viento y ramas azotadas era cierto, cuando me acordé… Santa María…- Un llanto de mujer.- Ayúdeme por favor… ayúdeme … Dios mío Jesucristo, ayúdala yo no puedo… silencio… comprendí nuevamente que esa era otra treta del malulo que actuaba en mi imaginación, y decidí no hacer caso en el futuro.- Pero eso… no podía ser imaginación.- Allí , donde apenas llegaba la luz de las velas, pero bien alumbrada por la luz de la luna, estaba ella… la Rosa, mi novia…? ¿Como llegó allí? Por si las moscas… casi grite; Creo en Dios Padre Todopoderoso… ¡ Bum!… Como un relámpago, Rosa desapareció, y volví a quedarme solo con el maldito silencio.- A lo mejor este carajo se me aparece como mi mamá, estos pensamientos apartaron mi mente de mi cometido e inmediatamente las luces de las velas empezaron a relampaguear sin que corriera viento y dentro del ataúd se sintió un quejido.- Señor mío Jesucristo…. todo tranquilo de nuevo. Seguí tratando de no pensar en nada que no fuera mi cometido… Velar… Velar por ese vivo, para salvar su alma, y desligarlo de su siniestro contrato… Ese era mi compromiso.- Ahora mas que nunca me sentía dispuesto a cumplirlo.- Ya a estas alturas como que no tenía miedo, solo me molestaba haber sido tan tonto, de haberme metido en este lío, solo por agarrar $ 20 000,- pesos fuertes, Claro que era harta plata, esa alcanzaría p’a comprar varias cuadras de buena tierra, un piño de ganado del mejor y una rancha con galpón y todo.- Estaba encontrando que era demasiado fácil la cosa, y que no debía aceptar tanto dinero, por rezar toda una noche, cuando en los velorios, apurado me daban unas tacitas de café, con malicia, y en el mejor de los casos unos sanguchitos acompañándolas.- Estaba en esas leyendo el breviario y pensando en lo otro, cuando un graznido sordo sobre mi cabeza, tué.tué….tué.tué. claro que me distrajo en mis oraciones, vuelta a quejarse el «muerto» y yo como despertando de una pesadilla… Padre nuestro… Tranquilo el muerto, pero el pajarraco seguía dando vueltas con su ..tué tué…tué tué… De pronto me vi rodeado de gente que se reía y se burlaba, unos a gritos me decían que era tonto, que veinte mil pesos no era nada, que ellos me podían dar más …mucho más, con solo dejar a ese hombre del ataúd solo con su destino, e irme para mi casa. Ahí me acordé de las tentaciones del Señor… y repetí sus palabras… Vade retro Satanás… No me tentarás porque estoy con Dios.- Seguí leyendo el breviario cabeza gacha, cuando sentí golpes en el ataúd, lo miré y había como una sombra grande tratando como de abrir la tapa o algo parecido, solo mirarla y esta desapareció.- ¡Por re-Dios, la noche larga! ¿Cuanto habré rezado ya?, y ni luces de aclarar la mañana, sentía frío a pesar de mi manta de castilla que me llegaba hasta los talones, y las polainas huasas que me defendían las piernas. Creo debía ser el frío del alma, porque las noches en ese tiempo son frescas, pero no para tanto.- Me estaba sintiendo intranquilo, me di recién cuenta que lo que estaba haciendo no era para tomarlo a la chacota, la cosa iba en serio y yo estaba, sin mas ni mas arriesgando mi pellejo.- De manera que me mandé al buche un buen trago de café frío con aguardiente, sin dejar de pensar en mis oraciones y de mirar al cajón.- Increíblemente las velas que rodeaban el cajón se iban gastando demasiado aprisa, pues ya solo quedaba la mitad de cada una, ¿Y si las muy bribonas se acaban antes de amanecer? ¿Que hago? si me vence el sueño que ya me había hecho cabecear varias veces, ¿Me llevaría el malulo? Hay Dios mío… échame una manito…. Te alabamos Te bendecimos…Te glorificamos y te adoramos.- Seguí rezando todas las oraciones que me sabía de memoria, sin dejar de mirar las velas que rodeaban el cajón.- Una llamita como a los pies del ataúd me llamó la atención, pero no por eso dejé de rezar, ya ni miraba el breviario, la llamita siguió aumentando rápidamente y pronto casi me rodeaba, afortunadamente en el claro en que estábamos con el «muertito» , no había ni ballica, pero el calorcito del incendio, porque a no dudarlo eso era el fuego que me rodeaba casi por entero, salvo un trecho como de tres metros que velozmente miré a mis espaldas, sin atreverme a dejar de mirar la caja.- Aprovecha Pedro… puedes escapar por este hueco… la voz vino justo de ese lugar.- No te dejes quemar de puro tonto…. Apúrate antes que sea demasiado tarde.- Yo con el alma en un hilo, seguí rezando.- En tus manos me entrego Señor, junto con el alma que me encargaron velar, fíjate que yo no me he quedado dormido como lo hicieron tus apóstoles, cuando debieron velar tus momentos de oración.- Las llamas me envolvieron enteramente, el calor era insoportable y me dije: Hasta aquí llegaste Pedro, luego pensé… esta es otra ilusión del malulo… Aguanta Pedro… Sin dejar mi asiento, tomé el breviario y con toda fe me puse a leer las oraciones oficiales de la iglesia, con toda el alma puestas en ellas, el fuego seguía, el calor casi quemaba, y sin embargo, a pesar de estar rodeado de llamas, podía respirar el aire caliente, pero sin olor a humo. Las velas del ataúd se estaban doblando y las llamas de las mechas derretían rápidamente la estearina, parecía que el malulo, comprendió mi preocupación y obró en consecuencia.- En cambio, la vela de cera a mis espaldas estaba casi intacta, gastada solo lo normal, yo la miraba de reojo corriéndome un poco en el asiento, pero sin por ello dejar de mirar por completo la caja.- Ya Pedro, vamos andando, ahora los dos se van conmigo… se hade tarde y no puedo esperar mas… ¡Ah!, no puede esperar mas… eso quiere decir pensé, que ya va a amanecer. De manera que con mas entusiasmo y voz entera… Señor mío Jesucristo… Escuché cualquier cantidad de maldiciones, el fuego se apagó como por encanto y la luz de la mañana alumbró la cresta del cerro «gulutrén» y junto con ella llegó asesando el señor cura que me abrazó llorando. ¿Pasaste muchos sustos hijo? Mas o menos padre… y sabe que más… Dígale al caballero… ese del cajón,,, que no quiero sus pesos… Que mejor reparta generosamente ese dinero entre los pobres, y así ayude a su alma para que sea perdonada.- En especial acuérdese de sus trabajadores, que a lo mejor harto lo necesitan, y como sabe si Dios lo perdona.- Yo no quiero dinero del malulo.- Yo te comprendo hijo, y aprecio tu desapego a lo material, pero esa no es plata de Satanás, esta te la ganaste en buena lid. El no pudo contigo.-No importa padre, así quedo tranquilo, como sabe si a lo mejor el diablo me la viene a cobrar.- Anda hijo y que Dios te bendiga, comprenderás que no te presente al que salvaste su alma, porque así te evito serios compromisos.-Y así pues misiá Andreíta, me vine a mi casa, donde todos debían estar preocupados porque no llegué a dormir esa noche.-La verdad es que bajé el cerro cantando, sin pizca de sueño y mas liviano que una cabra, y con el curioso pensamiento de que yo, sin tener donde caerme muerto, había regalado, veinte mil pesos fuertes.-
<<<<<<<RAFAEL MEZA RAMIREZ <<<<<< LEA FAR <<<<<<<