El Ramal de San Fernando-Pelequén-Las Cabras y El Carmen
Por Eugenio Bastías Cantuarias, investigador de la cultura folclórica.
Además de la columna vertebral de la red ferroviaria Santiago a Puerto Montt, donde llegó el primer tren en 1911, existían los llamados “ramales”, que eran conexiones de la línea del tren desde esta columna vertebral hacia la costa y el interior de los valles cordilleranos, a lo largo de todo el territorio, el que alcanzó a ser cubierto por esta vía longitudinal desde Arica a Castro, en la isla de Chiloé.
De San Fernando, actual capital de la Provincia de Colchagua, salían dos ramales: hacia Pichilemu y hacia El Carmen. De esta forma, San Fernando se transformó desde fines del siglo XIX en un centro importante de movimiento ferroviario.
El ramal que llegaba hasta El Carmen comenzó a trazarse después del ramal hacia Pichilemu. Su recorrido comenzaba en San Fernando, avanzando luego el tren 17 kms. hasta Pelequén. Desde ahí se cambiaba el rumbo hacia el poniente llegando a la primera estación del ramal, que era Malloa, a 5 kms. desde Pelequén, y continuaba a la estación de Requehua, en el km. 12. La estación de San Vicente, en el km. 19, recibió el primer tren el 15 de junio de 1891, contando con “caballo de agua” para abastecer a las sedientas locomotoras a vapor. En una segunda etapa, el ramal fue alargado hasta Peumo en 1892, situado en el km. 28, siempre respecto de Pelequén, y posteriormente hasta Las Cabras, en el km. 44,5.
Este ramal alcanzó a funcionar hasta la estación El Carmen, donde llegó en 1944, totalizando 54 kms., y alcanzándose a diseñar el trazado hasta El Manzano. Es importante consignar aquí que el ramal estaba proyectado para alcanzar a llegar con sus estaciones a Alhué, Longovilo, Popeta, Culiprán, Chocalán y Melipilla, en el km. 129, a partir de donde se uniría al puerto de San Antonio. Desgraciadamente este proyecto no sólo quedó inconcluso, concretando únicamente la unión de las tierras agrícolas de Pelequén-Las Cabras, sino que la vía fue apresuradamente levantada dos años después que un tren sufrió un accidente en el puente Las Truchas, a 8 km. de Pelequén, en el invierno de 1982.
Apenas se suprimió el servicio ferroviario, aparecieron flotas de buses y camiones en su reemplazo. Al poco tiempo se proyectaba la “carretera de la fruta”, con el fin de sacar los productos agrícolas hacia el puerto de San Antonio.
Como corolario de todo esto, en 1984 fueron levantadas las vías y vendidas por kg. a una fundición de Santiago. Pero aún se mantienen algunos edificios que fueron estaciones, como mudos testigos de un destino que pudo ser mucho mejor en beneficio del bien común.
¿No habrán de pensar, quienes escuchen estos hechos, que en Chile obviamente las decisiones que se toman a alto nivel nunca dejan de tener un interés político y económico, pero tampoco se deberá dejar de pensar que dichos intereses no tienen nada que ver con la mentada eficiencia verdadera o el interés común, sino que todo ello deriva de ciertos compromisos que todos conocemos de sobra?
Fuente:
León Vargas, Víctor. En nuestra tierra huasa de Colchagua: Energía y motores, Ediciones Museo de Colchagua, San Fernando, 1996, p. 46.